Cada vez más en todo el mundo el consumo de drogas
y/o alcohol está aumentando, esta situación ya de por sí es grave pero lo es
aún más cuándo nos ponemos al volante después de consumir estas sustancias.
Esto puede perjudicar a las personas que podrían ser víctimas de los accidentes
y al propio conductor. Cada año tienen lugar alrededor de 1500 accidentes de
tráfico.
Esta gráfica muestra el nivel de alcoholemia tras la
ingestión de alcohol:
Cuándo una persona va bebida o ha consumido drogas
tarda más en reaccionar, es decir tarda más tiempo en darse cuenta de que tiene
que actuar. Por ejemplo cuándo una persona bebida va al volante y tiene que
frenar porque hay un paso de peatones lo hará más tarde que una persona sobria porque
su cuerpo al estar en estado de embriaguez tarda en captar la orden de que hay
que frenar.
Por lo tanto la distancia de frenado, que es el
tiempo que tarda en pararse el coche desde que se pisa el freno, será muy corta
y repentina puesto que quedará muy poco espacio entre el coche y el paso de
peatones.
Cuándo una persona bebe o consume drogas también pierde
un poco de concentración, pierde habilidad para conducir, aumenta su
agresividad al volante, tiene peores reflejos y puede llegar a sufrir incluso
alucinaciones.
Algunas de las medidas que la dirección general de
tráfico podría tomar estarían: Poner bandas sonoras al llegar a los pasos de
peatones para alertar al conductor de que debe de frenar, poner una luz de
advertencia en cada cruce, paso de peatones o sitios dónde haya que tener
precaución para que los conductores lo tengan en cuenta, establecer controles
de alcoholemia en la entrada de las ciudades y cada ciertos tramos de autovía
para controlar a los conductores, entre otras medidas.